De puta madre. Álvaro no le cogía
el teléfono así que no tenía planes para hoy. Voy a darme una ducha para
despejar y salir a correr un rato. Tal vez después el imbécil que tengo por
mejor amigo se decida a coger el teléfono.
Muchos de los que me conocen
piensan que soy un cabrón y tal vez no se equivoquen, pero nunca tuve el cariño
de un padre. Tuve mil promesas rotas y alguna más para intentar solucionar
todas las anteriores. Lo único que tengo en el mundo es a mi madre. Ella
siempre estará por encima de todo. Con esto no quiero decir que no valore a mis
amigos, porque sé que cuento con su apoyo aunque esto suene muy rollo “cursi” o
muy rollo “chica” pero es así. Por suerte, yo no necesito a nadie que me abrace
porque no he dejado que nadie me arruine. He aprendido que si no coges cariño a
nadie, nadie puede joderte y después no lo pasas mal. Así que me cierro a mi
mismo bajo llave y me evito sufrimientos. Cuando comprendí que mi padre no
quería saber nada de mí a pesar de que él para mí lo era todo, decidí no
permitirme llorar por nadie y para eso, mejor quedarme como estoy. Mi madre, y
un par de amigos más con los que compartir borracheras y comentar ligues.
Después de una ducha relajante me
puse los pantalones de deporte y la camiseta y salí a correr por un paseo de un
par de kilómetros. Cuando apenas llevaba uno o dos kilómetros recorridos de
lejos vi a una chica sola llorando. Seguro que era una de esas niñas pijas a la
que su novio de tres semanas ha dejado. Seguí corriendo a mi bola, seguramente
no la conocía así que no tenía porque parar pero cuando me acerqué más vi que
era la hermana de Álvaro.
¿Me acerco y le pregunto qué le
pasa? ¿O la dejo en paz? A lo mejor
quiere estar sola. Pero a lo mejor le ha pasado algo importante y puedo
ayudarla aunque solo sea porque es la hermana de mi mejor amigo. Ag. ¿Qué hago?
Va, voy a acercarme por preguntar qué le pasa no pierdo nada.
Al salir de clase había quedado
con Iván. Y él al contrario que yo, era puntual. Llevaba diez minutos
esperándome a la salida. Le había dicho a mi madre que iría con Aurelié a
comer. Espero que no lo descubra si no me mataría. Mi padre llegaba tarde de
trabajar así que no se daría cuenta.
Iván me recibió con una mueca por
salir un poco más tarde que los demás pero el pobre ya está acostumbrado. Y
todo se soluciona con un beso.
-
¿Qué tal nena?
-
Bien. Cómo siempre. Aunque ya sabes, cuando
Nerea vio que llegaba tarde y le conté que tú me habías traído no se lo tomó
muy bien.
-
No sé porque a Nerea le caigo tan mal. Coño la
pelea fue entre su hermano y yo. No entre ella y yo. Qué me deje en paz o mejor
dicho, que nos deje en paz.
-
Va no te pongas así.
-
En fin. Vamos.
Subí al coche y nos fuimos a su
casa. La madre de Iván era un cielo. Casi me tenía como una hija y si por ella
fuera comería y cenaría cada día allí. Hoy sabía que íbamos a ir y había hecho
mi comida favorita. El padre de Iván había muerto el año pasado de cáncer de
pulmón. El fumar como un cosaco es lo que tiene. Por aquel entonces yo no
estaba saliendo con Iván y no fui a su entierro porque no conocía mucho a su
familia. Al menos mi madre fue y dio el pésame. Mi madre era ese tipo de
mujeres que le gustaba saber de todo y cotillear todo. ¡Qué mujer!