7/12/2012

#10.


De puta madre. Álvaro no le cogía el teléfono así que no tenía planes para hoy. Voy a darme una ducha para despejar y salir a correr un rato. Tal vez después el imbécil que tengo por mejor amigo se decida a coger el teléfono. 

Muchos de los que me conocen piensan que soy un cabrón y tal vez no se equivoquen, pero nunca tuve el cariño de un padre. Tuve mil promesas rotas y alguna más para intentar solucionar todas las anteriores. Lo único que tengo en el mundo es a mi madre. Ella siempre estará por encima de todo. Con esto no quiero decir que no valore a mis amigos, porque sé que cuento con su apoyo aunque esto suene muy rollo “cursi” o muy rollo “chica” pero es así. Por suerte, yo no necesito a nadie que me abrace porque no he dejado que nadie me arruine. He aprendido que si no coges cariño a nadie, nadie puede joderte y después no lo pasas mal. Así que me cierro a mi mismo bajo llave y me evito sufrimientos. Cuando comprendí que mi padre no quería saber nada de mí a pesar de que él para mí lo era todo, decidí no permitirme llorar por nadie y para eso, mejor quedarme como estoy. Mi madre, y un par de amigos más con los que compartir borracheras y comentar ligues.

Después de una ducha relajante me puse los pantalones de deporte y la camiseta y salí a correr por un paseo de un par de kilómetros. Cuando apenas llevaba uno o dos kilómetros recorridos de lejos vi a una chica sola llorando. Seguro que era una de esas niñas pijas a la que su novio de tres semanas ha dejado. Seguí corriendo a mi bola, seguramente no la conocía así que no tenía porque parar pero cuando me acerqué más vi que era la hermana de Álvaro.

¿Me acerco y le pregunto qué le pasa?  ¿O la dejo en paz? A lo mejor quiere estar sola. Pero a lo mejor le ha pasado algo importante y puedo ayudarla aunque solo sea porque es la hermana de mi mejor amigo. Ag. ¿Qué hago? Va, voy a acercarme por preguntar qué le pasa no pierdo nada. 







Al salir de clase había quedado con Iván. Y él al contrario que yo, era puntual. Llevaba diez minutos esperándome a la salida. Le había dicho a mi madre que iría con Aurelié a comer. Espero que no lo descubra si no me mataría. Mi padre llegaba tarde de trabajar así que no se daría cuenta.

Iván me recibió con una mueca por salir un poco más tarde que los demás pero el pobre ya está acostumbrado. Y todo se soluciona con un beso.

-          ¿Qué tal nena?

-          Bien. Cómo siempre. Aunque ya sabes, cuando Nerea vio que llegaba tarde y le conté que tú me habías traído no se lo tomó muy bien.

-          No sé porque a Nerea le caigo tan mal. Coño la pelea fue entre su hermano y yo. No entre ella y yo. Qué me deje en paz o mejor dicho, que nos deje en paz.

-          Va no te pongas así.

-          En fin. Vamos.

Subí al coche y nos fuimos a su casa. La madre de Iván era un cielo. Casi me tenía como una hija y si por ella fuera comería y cenaría cada día allí. Hoy sabía que íbamos a ir y había hecho mi comida favorita. El padre de Iván había muerto el año pasado de cáncer de pulmón. El fumar como un cosaco es lo que tiene. Por aquel entonces yo no estaba saliendo con Iván y no fui a su entierro porque no conocía mucho a su familia. Al menos mi madre fue y dio el pésame. Mi madre era ese tipo de mujeres que le gustaba saber de todo y cotillear todo. ¡Qué mujer!

7/11/2012

#9.


Cada día pasan más rápido las clases. Cada día que yo quiero o mejor dicho necesito que pasen más despacio, los minutos corren más deprisa como si el tiempo, y nunca mejor dicho, estuviese en mi contra. No es que yo sea masoquista, es que cuando una tiene el panorama que tiene en casa muchos de los días no tiene fuerzas para discutir y las clases eran una especie de mi refugio. Pero el tiempo está en mi contra y mientras mis compañeros cuentan hasta las milésimas de segundo que faltan para que toque el timbre yo desearía pararlo o volver a atrás. Pero para mi suerte, mala suerte, los minutos pasan demasiado rápido y las voces vuelven a llenar los pasillos.

Es una paradoja porque a la vez que me pesa levantarme cada día más al instituto al fin y al cabo me da pena dejarlo pero claro, es por la situación con mi padre. Después del trayecto en autobús acompañada de mis cascos ya estoy a la puerta de casa. Como rápido y me encierro en mi habitación en otra de mis magnificas actuaciones haciendo creer que estoy en pleno e intensivo estudio, aunque solo sea para no discutir con mi padre.

-          ¡Nereaaaaaaaaaa!

-          Dime Papá.

-          Mira como tienes el salón

-          Ya… pero es que tengo que estudiar.

-          Siempre tienes que estudiar pero lo de casa no lo hace ni cristo bendito.

-          Pero es que…

-          Pero nada joder, no haces nada. No sirves para nada.

Las lágrimas empiezan a asomar por mis ojos, pero hace un par de años prometí no llorar delante de gente que solo quisiese hacerme llorar así que lo único que se me ocurre es coger mis llaves y mi móvil y salir a dar una vuelta a despegar. Al menos así no habrá discusiones.

-          Papá me voy a dar una vuelta

-          Haz lo que quieras.

Salgo por la puerta y empiezo a caminar tampoco llevo un rumbo fijo pero cuando me doy cuenta estoy frente al colegio infantil de donde vivo. Aquí no hay la ESO por eso tengo que ir a otro instituto. Me siento, me pongo el aleatorio con la esperanza de que suena alguna canción triste y que las lágrimas salgan de mis ojos para lograr desahogarme sin necesidad de hablar con nadie. Y parece ser que en esto al menos tengo suerte, “Respira – Luis Fonsi” suena. Ojalá yo tuviese a ese alguien que me hiciese respirar cuando me ahogo. Ojalá. Las lágrimas siguen saliendo de mis ojos pero nadie está ahí para abrazarme.

-          Hey Nerea, ¿Qué te pasa? ¿Qué haces aquí?