Cada noche
es prácticamente lo mismo, Nerea está viendo la televisión, con el ordenador o
incluso leyendo pero a él siempre le molestaba hiciese lo que hiciese. Por eso
el sonido de sus llaves eran prácticamente temidas por ella, y procuraba estar
encerrada en su habitación para cuando el llegase. Al mismo tiempo, no quería
estar tan distante con él, le quería demasiado como para enfadarse con él y
siempre intentaba ayudarle cuando llegaba.
- Hola
Papá ¿Quieres comer?
- No, si
total nunca tienes nada hecho, joder es que no haces nada.
- Yo... lo
siento.
- Siempre
dices 'lo siento' pero por hacer la comida no te da.
Y después
de oír eso Nerea coge y se va a su habitación, hoy no tiene ganas de discutir
ni con su padre ni con nadie. Ha tenido un día de perros, pero cuando te
levantas con el pie izquierdo dicen que nada puede salir bien. Ella era de ese
tipo de personas que casi siempre aguantaba las lágrimas pero cuando la gota
colmaba el vaso, se ponía a llorar y nada podía pararla. Empezando por la
canción de Perfect y terminando porque su padre le recordase lo insignificante
que era. Se mira al espejo que tiene en su habitación y dice para sí misma '¿A ti quien te va a
querer? Mírate por dios, no eres guapa, no estás delgada, no tienes los ojos
bonitos y tu pelo es bastante cutre. Tampoco eres lista, graciosa ni especial.
¿En serio piensas que vas a gustarle a alguien?
Pasa de
seguir destruyéndose, se hace una coleta y se pone unos vaqueros, converses y
sudaderas y se va a dar una vuelta al menos así quizás se calma. Necesita
hablar con alguien, aunque más que hablar necesita un abrazo pero por desgracia
y como siempre, nadie estaba ahí para dárselo. Podría ir a casa de una de sus
amigas que más o menos viven cerca, pero le apetece ver a Aitor. ¿Por qué
cojones seguía enamorada de él?
Su
historia con Aitor no había durado demasiado, ni siquiera había durado un año.
Pero ¿Qué se puede esperar de una relación adolescente? Con dieciséis años
cualquier chica soñaba con encontrar a ese chico con el que pasar la vida, pero
Nerea era diferente. Sabía, en cierto modo, que eso no iba a ocurrir y pensaba
que jamás se iba a enamorar, pero claro apareció aquel chico de aspecto
desarreglado que irrumpió en su vida y la descontrolo. Todo había comenzado en
el cumpleaños de su hermano Álvaro, aquella
madrugada de septiembre en el cumpleaños de su hermano.
- Joder
Aitor, mírate como estas. No te tienes en pie. Ven anda que te llevaré a casa.
- Solo
estoy mareado– Dijo Aitor justo antes de empezar a vomitar las cantidades
astronómicas de alcohol que había bebido.
- Ya,
claro. ¡Nerea, ayúdame anda!
Mi hermana y yo sacamos como pudimos a Aitor
de la discoteca, el pobre estaba hecho un desastre. Aitor era uno de mis
mejores amigos y yo sabía perfectamente que si sus padres le veían así, le matarían
así que entre Nerea y yo lo sacamos como pudimos de la discoteca y lo llevamos
a nuestra casa. Entramos en casa intentando hacer el mínimo ruido posible,
aunque claro teniendo un borracho en brazo no es precisamente fácil. Le dimos
de comer y de beber, le desvestimos, pusimos a lavar su ropa y cada uno se fue
a su cama.


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